Por: Ingrid Meléndez
Pensar en el inminente retorno de Cristo debe motivarnos a vivir para Él. Eso significa estar mentalmente vigilantes, ceñidos los lomos de vuestro entendimiento, disciplinados, siendo sobrios y concentrados, esperando por completo su venida. ¿Está usted listo para encontrarse con Cristo?.
1 Pedro 1:13 al 16 dice "Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado; como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo" (RVR1960).
La palabra Santo, en el hebreo del Antiguo Testamento "Kadosh", significa estar separado, apartado para dedicarnos a Dios y su servicio. El pueblo de Israel se considera como santo, por ser el pueblo escogido por Dios. La santidad de Dios implica apartarnos de todo lo malo, vivir una vida agradable ante Dios, así lo dice 1 Tesalonicenses 4:1-7. Como hijos de Dios, estamos llamados a ser santos y apartarnos de todo pecado para vivir según la voluntad de Dios, esto es santificación.
La Santidad es obra de Jesús por medio del Espíritu Santo, nos ayuda a ser obedientes y nos da el poder para vencer el pecado. No use la excusa de que no puede vivir en santidad para Dios. El Señor Jesús ofreció su vida para morir en la cruz y hacernos libres del pecado y de la condenación eterna, dándose por amor a la humanidad y por amor a ti. De manera obediente al Padre y no como una imposición, debemos ofrecer nuestras vidas en una respuesta libre, una decisión de agradar a nuestro Padre Celestial en completa santidad, por amor a Él, de todo corazón, esforzándonos y perseverando con la ayuda de la gracia de Dios para vencer la tentación de la carne y vivir por el Espíritu de Dios (Romanos 8:1-6). El Espíritu Santo imparte santidad en nosotros.
En la dispensación de la Gracia, Dios escribe sus leyes en nuestros corazones (Jeremías 31:33). Una persona llena del Espíritu Santo se deja guiar por Él cada día y va perfeccionándose en su gracia y santidad, pues el mismo Espíritu le va enseñando y dando testimonio de que Dios se agrada de su manera de vivir, en rendición completa al Señor (Juan 14:26).
No se conforme al sistema del mundo (Romanos 12:1-3), abténgase a hacer lo malo (1 Tesalonicenses 5:22), tome una actitud correcta para desarrollar una vida en santidad. Pídale a Dios que cree un corazón limpio, renueve un espíritu recto dentro de ti, vuelva el gozo de Su salvación y un espíritu noble te sustente. La verdadera Santidad comienza en lo interior y se reflea en lo externo reflejándose en todos los aspectos de nuestras vidas, manera de pensar, actitudes, comportamiento y conducta.
Concluyo diciendo que "vive en santidad y reflejarás la presencia de Dios".